Mi gran heroe, un ejemplo a seguir, una vida de pelicula, ejemplo de superacion, un espejo donde mirarse, simplemente NIKI LAUDA
Las vidas de Niki Lauda ¿cuántas son? La historias, por fortuna, aún no se termina de escribir. Pero ya tiene varios capítulos. En el primero, el gran protagonista fue su colega Arturo Merzario, que lo rescató de su auto incendiado en la pista de Nürburgring. En el segundo, fue su hermano Florian, que le donó por primera vez un riñón. Y ahora, nuevo capítulo, el personaje clave es su novia Brigit Watzinger, que repitió el amoroso gesto de Florian.
Grande de verdad, de los mejores corredores de la historia, Niki fue hijo de una familia rica y tres veces se consagró campeón del mundo de la Fórmula 1, la cima del automovilismo planetario. Pero su mayor fortuna parece ser definitivamente otra: cuando no queda otra opción, siempre aparece alguien para salvarle la vida.
Y esta vez, igual que hace ocho años, necesitaba un riñón para seguir viviendo. El donante iba a ser Lucas, su hijo mayor. Las posibilidades de éxito cuando se trata de familiares de sangre habitualmente son muy altas, pero en este caso surgieron problemas de compatibilidad. Y entonces la joven y bella Brigit, en una insuperable prueba de amor, se ofreció gustosa. "Cuando se dio la posibilidad, no lo dudé. Es el mejor regalo que podía hacerle”, dijo. Como Niki, la chica es austríaca. Tiene 26 años, treinta menos que el ex automovilista. No había nacido cuando su novio (que ya era campeón del mundo) se convirtió en una leyenda sin par, después de aquel terrible 1º de agosto de 1976. Ese día que las notorias cicatrices en su cara jamás le permitirán olvidar.
Capacidad y plata
Nikolas Andreas Lauda nació el 22 de febrero de 1949 en Salzburgo. Hijo de un industrial, gracias a la prosperidad económica familiar no tuvo grandes problemas para llegar al mundo de la alta competición. Con su dinero compró la butaca del primer auto que usó para correr entre los grandes. Pero, se sabe, además de entrar, en la Fórmula 1 haya que demostrar algo más para perdurar. Y no alcanza sólo con la plata. El joven Lauda no tardó mucho en demostrar que además de un muchacho solvente era bueno, muy bueno al volante. Fue un piloto consistente y cerebral, uno de los diez mejores de la historia. El 15 de agosto de 1971, a los 22, debutó en la Fórmula 1 con un March, en Australia. Ese año disputó una sola carrera. Pero era tan sólo el comienzo. En 1972 ya fueron 12 carreras. Y rápidamente se fue asomando entre los mejores. Tres años después de su debut ganó su primer gran premio. Lo consiguió con una Ferrari, en España. Después también ganó en Holanda. En 1975 llegó al campeonato mundial. Ese año triunfó en cinco carreras y –un mérito muy valorado– terminó con una dura sequía de once años de la célebre escudería italiana.
Todavía estaba disfrutando su éxito y en la temporada siguiente ya iba por el bicampeonato cuando llegó el terrible accidente en Alemania. El que todo el mundo recuerda. En la curva de Berwerk, el auto de Niki chocó contra un muro y terminó incendiado y hecho un amasijo de chapa e hierros, con él adentro. El mundo se paralizó mientras miraba en directo semejantes escenas por televisión. Mientras otros pilotos lo esquivaban, el italiano Arturo Merzario se detuvo y lo ayudó a salir. Niki estuvo en coma y hasta llamaron a un cura amigo de la familia que le dio la extremaunción. Pero, aún con el rostro desfigurado por las quemaduras, Niki sobrevivió. Dicen que cuando se despertó, lo primero que preguntó fue si iba a poder subirse otra vez a un auto de carrera. ¿Qué le podían contestar, si tres días antes nadie tenía un mínima esperanza de nada? Con el apoyo de su mujer de entonces, la chilena Marlene Knauss, madre de sus hijos, Niki se recuperó rápidamente y en menos de 40 días (verdadera hazaña) ya estaba corriendo otra vez, en el circuito de Monza. A su salvador Merzario lo recompensó con un reloj (usado) de oro. Los motivos del accidente que casi lo llevan a la muerte se mantuvieron durante mucho tiempo en secreto.
Las pericias fueron complicadas, porque el auto había quedado destrozado. Hasta que el jefe de mecánicos de Ferrari explicó que había sido por una falla en la suspensión trasera izquierda. Lauda quedó conforme con esa explicación: está convencido de que el accidente no pudo haber sido culpa suya, porque se trataba de una curva poco exigente y no había forma de equivocarse.
Ese año, 1976, Niki estaba para repetir el título, se perfilaba para eso y pudo haberlo logrado perfectamente. Pero, con el accidente muy fresco, ganó la prudencia y en la carrera de Fují, en Japón, se negó a seguir corriendo bajo un verdadero diluvio. Perdió el campeonato frente a James Hunt, por un solo punto. El año siguiente, otra vez Niki Lauda fue campeón del mundo con Ferrari.
El tercer título del austríaco llegaría recién en 1984, en una lucha denodada con otro grande, Alain Prost. Ganó dos carreras menos que el francés, pero igual lo superó por un exiguo medio punto. Este título fue en su segunda etapa en la Fórmula1, porque en 1979 se había retirado para dedicarse de lleno a la empresa aérea que había fundado, Lauda Air. Sin embargo, en 1982 decidió volver a subirse al auto.
Su última carrera –esta vez sí, de verdad– fue en noviembre de 1985, en Australia. Su temporada final no fue precisamente gloriosa: terminó décimo en el campeonato. Ya retirado, continuó con su línea aérea. En 1990 transportó casi medio millón de pasajeros y llegó a facturar 123 millones de dólares. Los aviones, que él mismo solía pilotear, tenían nombres de personajes célebres, como Marylin Monroe, James Dean, John Lennon o Janis Joplin. Otro dato fresco y particular lo aportaban los jeans y la característica gorrita roja que usaban los empleados. La idea es que los pasajeros se sintieran cómodos y distendidos como en ninguna otra línea aérea comercial. Pero vinieron los problemas serios. La disputa contra la línea aérea oficial austríaca fue muy dura. Y en 1991 un Boeing 767 de la compañía de Niki se estrelló en un bosque cerca de Bangkok. Fue una verdadera tragedia: murieron los 223 ocupantes. La despedida de Niki de la compañía que él mismo había fundado se produjo en 2000: lo separaron de la presidencia por problemas financieros.
Trasplante y negocios
Como tenías problemas de visión, en 1983, en Río de Janeiro, el famoso cirujano plástico Ivo Pintanguy lo sometió a un operación de párpado. Las secuelas del fuego del accidente de 1976 se habían hecho presentes más allá de la estética. Pero mucho más graves eran las indisposiciones renales que comenzó a sufrir. En 1997 los médicos le anunciaron que no tenía otra opción que recurrir a un trasplante. Su hermano Florian fue el donante. Lauda se recuperó bien y decidió tomar revancha en el negocio aéreo: organizó una nueva compañía de aviación, que esta vez, en lugar del apellido, llevó su nombre. Niki se asoció con Air Berlin para realizar vuelos de bajo costo, en su mayo ría desde las islas Baleares hacia Europa continental.
Todo parecía bien encaminado. Lauda llevaba una vida apacible en sus residencias de Barcelona e Ibiza. Pero los riñones volvieron a dar un mal aviso. Entonces, casi ocho años después, llegó el momento de un nuevo trasplante. Y ahí estuvo, generosa, su novia Brigit. Al principio había circulado que en la operación a Niki no le habían extirpado sus riñones enfermos y que entonces ahora tenía cuatro. Pero después eso fue desmentido.
Mono al volante
La última incursión de Niki en el mundo de la F1 había llegado a su fin en 2003, cuando, por falta de resultados, lo desplazaron como director de la escudería Jaguar. Ganaba unos tres millones de dólares anuales. Un año antes, 5.915 días después de su adiós a las pistas, había subido a dar unas vueltas en el circuito de Valencia, con un Jaguar. Había dicho que a los autos de la era informática los podía manejar “hasta un mono”. Pero quiso tener su experiencia sobre un coche con una tecnología completamente diferente de la que tenían los autos de su época de corredor. Manejó diez vueltas. Hizo dos veces un trompo en la misma curva.
Mientras acompaña la carrera de su hijo menor (Mathias, 24), que intenta avanzar en el automovilismo, Lauda lleva adelante con su hijo más grande (Lucas, 26) una empresa que alquila autos a un euro por día a cambio de que los clientes recorran 30 kilómetros mostrando un anuncio publicitario. El último trasplante, parece, no se interpondrá en sus proyectos. “La operación fue todo un éxito", dijeron los médicos al salir del quirófano. A los 56, Niki tiene una vida más para aprovechar.
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